Hace tiempo que sucribo la vieja frase de que "corren malos tiempos para la lírica". Sin embargo, y puesto que todo se mueve en un permanente juego de equilibrios, si bien muchas veces imposibles, ahí se presentó Gabriel Celaya con sus Cantos Íberos para afirmar rotundamente que "la poesía es un arma cargada de futuro". Y yo, que prefiero creer esta segunda afirmación, he dado título a mi blog con una explosiva composición química mezcla de dos poemas: CUENTOS COMPARTIDOS, canción de Alejandro Filio, y LOS PORTADORES DE SUEÑOS, poema de Gioconda Belli. Como es de suponer, ambos tienen un significado muy especial para mí, ambos provocan la explosión de sendos mundos de emociones que, pudiendo (y debiendo) haber sido complementarios, han devenido al fin en contradictorios y hasta enfrentados, proyectando mi bienintencionada disposición a estar "en paz con los hombres", pero poniendo a un tiempo en pie la "guerra con mis entrañas" que nunca cesa. Al fin y al cabo, ésa es una de las esencias de la poesía; al fin y al cabo, ésa es, también, una de las esencias de la vida.
Aquí dejo ambos poemas. Si su lectura no os provoca más que una efímera explosión de fuegos articiales -ruido y belleza-, enhorabuena; si, como a mí, os produce explosiones profundas e incontrolables, bienvenidos al club.
CUENTOS COMPARTIDOS
Durmió la tarde
desnuda sobre la ventana,
afuera nadie,
afuera nadie,
ni luces ni palomas blancas.
No juega el viento,
No juega el viento,
no se platican las campanas...
todo silencio
todo silencio
si tú me faltas.
Si tú me faltas
Si tú me faltas
la lluvia llorará conmigo
y calle abajo
y calle abajo
de los portales enemigos
salen al paso,
salen al paso,
me acosan antes que el olvido,
sueños descalzos
sueños descalzos
por el camino.
Todos tenemos un amor,
un tiempo para dar,
Todos tenemos un amor,
un tiempo para dar,
un ciclo.
Estamos solos otra vez
Estamos solos otra vez
-o siempre-
como en el principio.
Dame tu mano,
Dame tu mano,
vuela conmigo:
seremos soledades
seremos soledades
y cuentos compartidos.
Durmió la tarde
Durmió la tarde
y entre su sueño dio contigo.
Cuando llegaste,
la luna tuvo algún sentido.
"No soy de nadie"
"No soy de nadie"
-dijiste para estar conmigo-.
"Si es por amarte
todo lo olvido".
Todos tenemos un amor,
un tiempo para dar,
un tiempo para dar,
un ciclo.
Estamos solos otra vez
-o siempre-
Estamos solos otra vez
-o siempre-
como en el principio.
Dame tu mano,
Dame tu mano,
vuela conmigo:
seremos soledades
seremos soledades
y cuentos compartidos.
ALEJANDRO FILIO
LOS PORTADORES DE SUEÑOS
En todas las profecías
está escrita la destrucción del mundo.
Todas las profecías cuentan
que el hombre creará su propia destrucción.
está escrita la destrucción del mundo.
Todas las profecías cuentan
que el hombre creará su propia destrucción.
Pero los siglos y la vida
-que siempre se renueva-
engendraron también una generación
de amadores y soñadores,
hombres y mujeres que no soñaron
con la destrucción del mundo,
sino con la construcción del mundo
de las mariposas y los ruiseñores…
-que siempre se renueva-
engendraron también una generación
de amadores y soñadores,
hombres y mujeres que no soñaron
con la destrucción del mundo,
sino con la construcción del mundo
de las mariposas y los ruiseñores…
Desde pequeños venían marcados por el amor.
Detrás de su apariencia cotidiana,
guardaban la ternura y el sol de medianoche.
Las madres los encontraban llorando
por un pájaro muerto
y, más tarde, también los encontraron a muchos
muertos como pájaros.
Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas
y las dejaron preñadas de miel y de hijos
y las dejaron preñadas de miel y de hijos
verdecidos por un invierno de caricias.
Así fue como proliferaron en el mundo los portadores de sueños,
atacados ferozmente
por los portadores de profecías habladoras de catástrofes.
Los llamaron ilusos,
Los llamaron ilusos,
románticos,
pensadores de utopías;
dijeron que sus palabras eran viejas
y, en efecto, lo eran,
dijeron que sus palabras eran viejas
y, en efecto, lo eran,
porque la memoria del paraíso
es antigua en el corazón del hombre.
Los acumuladores de riquezas les temían,
lanzaban sus ejércitos contra ellos,
pero los portadores de sueños
lanzaban sus ejércitos contra ellos,
pero los portadores de sueños
todas las noches hacían el amor
y seguía brotando su semilla del vientre de ellas,
que no sólo portaban sueños,
que no sólo portaban sueños,
sino que los multiplicaban
y los hacían correr y hablar.
De esta forma, el mundo engendró de nuevo su vida,
como también había engendrado
a los que inventaron la manera de apagar el sol.
De esta forma, el mundo engendró de nuevo su vida,
como también había engendrado
a los que inventaron la manera de apagar el sol.
Los portadores de sueños sobrevivieron a los climas gélidos,
pero en los climas cálidos casi parecían brotar
por generación espontánea.
Quizá las palmeras,
los cielos azules,
las lluvias torrenciales
tuvieron algo que ver con esto.
La verdad es que, como laboriosas hormiguitas,
estos especímenes no dejaban de soñar
y de construir hermosos mundos,
mundos de hermanos,
de hombres y mujeres que se llamaban compañeros
que se enseñaban unos a otros a leer,
se consolaban en las muertes,
se curaban y cuidaban entre ellos,
se querían,
se ayudaban en el arte de querer
y en la defensa de la felicidad.
Eran felices en su mundo de azúcar y de viento.
De todas partes venían a impregnarse de su aliento,
de sus claras miradas.
De todas partes venían a impregnarse de su aliento,
de sus claras miradas.
Hacia todas partes salían los que habían conocido
portando sueños,
soñando con profecías nuevas
que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores
y de que el mundo no tendría que terminar en la hecatombe.
Por el contrario,
que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores
y de que el mundo no tendría que terminar en la hecatombe.
Por el contrario,
los científicos diseñarían puentes,
jardines,
juguetes sorprendentes
para hacer más gozosa la felicidad del hombre.
para hacer más gozosa la felicidad del hombre.
¡Son peligrosos!
—imprimían las grandes rotativas.
¡Son peligrosos!
—decían los presidentes en sus discursos. ¡Son peligrosos!
—murmuraban los artífices de la guerra.
—imprimían las grandes rotativas.
¡Son peligrosos!
—decían los presidentes en sus discursos. ¡Son peligrosos!
—murmuraban los artífices de la guerra.
¡Hay que destruirlos!
—imprimían las grandes rotativas.
¡Hay que destruirlos!
—decían los presidentes en sus discursos.
¡Hay que destruirlos!
—murmuraban los artífices de la guerra.
—imprimían las grandes rotativas.
¡Hay que destruirlos!
—decían los presidentes en sus discursos.
¡Hay que destruirlos!
—murmuraban los artífices de la guerra.
Los portadores de sueños conocían su poder,
por eso no se extrañaban.
También sabían que la vida los había engendrado
para protegerse de la muerte que anuncian las profecías
y por eso defendían su vida aun con la muerte.
Por eso cultivaban jardines de sueños
y los exportaban con grandes lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad
por eso no se extrañaban.
También sabían que la vida los había engendrado
para protegerse de la muerte que anuncian las profecías
y por eso defendían su vida aun con la muerte.
Por eso cultivaban jardines de sueños
y los exportaban con grandes lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad
se pasaban noches y días enteros
vigilando los pasajes y los caminos,
buscando estos peligrosos cargamentos
buscando estos peligrosos cargamentos
que nunca lograban atrapar,
porque el que no tiene ojos para soñar
no ve los sueños
porque el que no tiene ojos para soñar
no ve los sueños
ni de día,
ni de noche.
Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de sueños
que no pueden detener los traficantes de la muerte;
por doquier hay paquetes con grandes lazos
que sólo esta nueva raza de hombres puede ver.
La semilla de estos sueños no se puede detectar
porque va envuelta en rojos corazones,
en amplios vestidos de maternidad
donde “piesecitos” soñadores
alborotan los vientres que los albergan.
Dicen que la tierra, después de parirlos,
desencadenó un cielo de arcoiris
y sopló de fecundidad las raíces de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto,
sabemos que la vida los engendró
para protegerse de la muerte que anuncian las profecías…
desencadenó un cielo de arcoiris
y sopló de fecundidad las raíces de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto,
sabemos que la vida los engendró
para protegerse de la muerte que anuncian las profecías…
GIOCONDA BELLI
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